A partir de una lectura exhaustiva del artículo
periodístico que versa sobre las afirmaciones que postula el Cardenal Medina
acerca de la condición de la homosexualidad, nos permitimos analizar fragmentos
del mismo que muestran una serie de falacias y violaciones de ciertas máximas
de la pragmática que invalidan la capacidad de establecer una verdad sobre el
tema tratado.
El título de la noticia es una afirmación del
susodicho: “Los homosexuales son como niños que nacen sin un brazo”. Esta
oración muestra una construcción comparativa que, a su vez, genera una
implicatura conversacional, una violación abierta. A pesar de que se violan las
dos máximas de cualidad (no diga algo que crea que es falso ni de lo que no
tenga pruebas suficientes) de manera explícita, el destinatario entiende que
esta comparación es una especie de metáfora que nos lleva a inferir que, para
Medina, la condición homosexual es una incapacidad notoria y anormal. Así
también, el subtítulo, viola nuevamente la máxima de cualidad de Grice (no diga
algo de lo que no tiene pruebas suficientes): “Digan lo que digan, ellos
sienten que su situación no es normal”.
En su condición de practicante de una religión,
el Cardenal, en su intento de justificar su afirmación, comete una falacia de
apelación a la autoridad (Argumentum ad verecundiam). Castiga socialmente las
prácticas homosexuales apoyándose en las escrituras de la Biblia: “He tratado de ser acogedor y amable, pero sin disimular
la verdad, como lo inculcan los documentos oficiales de la Iglesia en la materia (…)
la realización de actos homosexuales, los que sí son inmorales y absolutamente
reñidos con la ética cristiana, tal como lo enseña la Biblia sin ambages…”
Luego, sugiere una explicación biológica, pero,
sin embargo vuelve a cometer dos falacias más: argumentum ad ignoratiam y una
falacia de accidente inverso. Con respecto a la primera intenta sostener una
verdad, basado en que no hay pruebas que demuestren que la homosexualidad es un
fenómeno científicamente comprobado, respecto de la segunda, enfoca las
características del ser humano solamente desde un único punto de vista, sin
analizar las condiciones psicológicas o sociales y generaliza la idea
concluyendo que las actividades humanas sólo apuntan a acciones biológicas: "El fenómeno de la
homosexualidad es complejo y sus causas no han sido aún científicamente
identificadas. Me parece que salta a la vista que es un desorden, porque los
órganos genitales están orientados a la procreación y usar ellos en forma
homosexual es algo aberrante y contrario a la naturaleza".
Podría sugerirse aquí también, una falacia de
causa falsa; el presbítero adjudica como causa de la homosexualidad un desorden
de la naturaleza. Se basa en el hecho empírico de que el ser humano atrae a
otro del sexo opuesto para procrear y que la preferencia homosexual contradiga
esta causa natural es en efecto contranatural.
Es importante prestar atención en el texto a los
predicativos que le atribuye a las personas homosexuales: la tendencia
homosexual es una desgracia, una
limitación, un desorden, una aberración, es gente que sufre mucho.
A la pregunta de la posibilidad de que se enamoren
dos hombres, la autoridad eclesiástica responde que es imposible. Nuevamente,
comete una violación a la máxima de cualidad de Grice (no diga algo de lo que
no tenga pruebas suficientes).
Contra las severas afirmaciones del Cardenal
responde Juan Carlos Cruz, una víctima de las agresiones contra los gays, adjetivándolo
como intolerante y cruel y agrega: "Las
declaraciones de Medina lo único que hacen es demostrar esa mentalidad
retrógrada y ofensiva, que no colabora a lo que los católicos esperamos
de nuestra Iglesia". Sin embargo,
esta última cita también ilumina una falacia de tipo accidental, ya que más
allá del cargo que ocupa y de que forma parte de una congregación, de ninguna
manera podemos inferir que la totalidad de la Iglesia piensa de la misma manera
que el Cardenal Medina. Aquí se parte de un caso particular y se lo eleva a una
conclusión general, pero sin pruebas de que realmente todos compartan el mismo
punto de vista. La máxima de cualidad de Grice se encuentra presente una vez
más. Cruz pretende apoyarse en la omisión de comentarios por parte de la
Iglesia, se expresa a través de una implicatura que encubre la falacia
accidental: "lamentablemente la Iglesia Católica no habla, no dice nada de los
dichos de ese señor, quizás porque piensa lo mismo".
Juan Carlos Cruz responde a la
afirmación de Medina de que es imposible que se dé el amor entre dos hombres: "que le pregunte mejor a sus amigos sacerdotes si eso les ha pasado
alguna vez". Aquí, el mismo interlocutor deja en evidencia la falacia cometida por el
Cardenal, que generaliza su enunciado a partir de que él nunca ha experimentado
la atracción por alguien de su mismo sexo (falacia de accidente) ignorando si
realmente le ha sucedido a algún otro sacerdote.
La página web que publica el artículo
ofrece la posibilidad de que los lectores escriban para opinar sobre el tema,
encontramos el comentario de ‘Chema’
(Nick, apodo):
También, digan lo que
digan ellos hay, cardenales que mueren sin cerebro, y no sólo por el Alzheimer
que les acompaña a la tumba (la duda está en si nacieron con él)
Sin duda, su intento de respuesta
viola las máximas de relación y cualidad ya que se evidencia que más allá de no
tener pruebas y decir algo que puede ser falso, Chema está respondiendo con un enunciado que carece completamente
de relevancia porque no contribuye a crear un argumento que defienda los
derechos de los homosexuales sobre las agresiones del Cardenal Medina sino que
pretende desprestigiar la salud mental de los sacerdotes implicando que dicen
ciertas cosas porque no están en su sano juicio.
El siguiente comentario pertenece a ‘Jorge Ramírez’:
¿Pero cómo ponerle
cuidado a un tipo, que como otros muchos de su profesión, suele disfrazarse de
drag queens y hasta usar zapatos rojos como el de El Vaticano?
Aquí hay un disparo peyorativo que
desemboca en una falacia de conclusión inatinente (Ignoratio elenchi). Intenta
decirnos que no debemos prestar atención a las afirmaciones del Cardenal Medina
pero en vez de establecer una conclusión que se atenga a los hechos, concluye
que su razonamiento es inválido por el tipo de vestimenta que utilizan los
sacerdotes. Esto también se eleva a una violación de la máxima de relación de
Grice (diga cosas relevantes).
El tercer y último comentario a
analizar es el de ‘Youssef’:
Yo vivi en Roma por
cuatro años y estudié en la Gregoriana. Confieso, en frente de Dios, que
conosco mucho obispos y algunos cardenales que no tienen un brazo. Y, dicen las
malas lenguas que mismo Ratzinger, nació sin un brazo. Basta ver la manera como
camina y como habla. Pero… qué vamos hacer!
Youssef
juega con la comparación establecida por el presbítero y la convierte en una
implicatura. Lo que en realidad quiere decir es que varios sacerdotes también
eran homosexuales, es una violación encubierta. Pero al final de su comentario
cae en una falacia de argumento dirigido al hombre (argumentum ad hominem), en
realidad, la forma de desplazarse y de dirigirse del Papa carece de importancia
lógica para aseverar una afirmación como la escrita. Además, entonces, viola la
máxima de Grice de cualidad (No diga algo que crea que sea falso ni de lo que
no tenga pruebas necesarias).
Podemos concluir entonces, que en
ciertos temas crípticos es importante saber argumentar sin caer en este tipo de
trucos falaces que no nos conducen a la verdad sino que nos alejamos de ellas
al inferir conclusiones con argumentos que están basados en prejuicios o que se
valen de escrituras religiosas.
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